El pulso electromagnético o EMP (por sus siglas en inglés) empieza posicionarse como el santo grial del armamento del futuro. Sus efectos altamente destructivos, casi sin dejar víctimas mortales, son conocidos desde mediados del siglo XX, pero hasta ahora no se han podido concretar en un arma tangible que permita a una potencia militar alcanzar la supremacía en este campo. No obstante, hasta cinco países tendrían abiertos ahora mismo diferentes programas para desarrollarla.
El descubrimiento de este pulso se produjo durante las pruebas de las bombas atómicas. Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética se dieron cuenta de que cuando hacían estas pruebas en la atmósfera, se generaba una emisión de energía electromagnética muy breve pero de muy alta intensidad. La consecuencia es que todo componente electrónico que estaba en un amplio radio de kilómetros quedaba achicharrado, totalmente quemado, e inservible.
En agosto de 1963, un centenar de países firmaron en Moscú el Tratado sobre la Prohibición de los Ensayos nucleares en la atmósfera, el espacio ultraterrestre y debajo del agua. Este acuerdo supuso un enorme freno para el estudio de los EMP, porque si la prueba nuclear se hace en tierra, la explosión y la onda expansiva lo destrozan todo, no dejando ver las consecuencias del posterior pulso electromagnético.
Desde entonces, tanto Estados Unidos como la Unión Soviética –y Rusia después– han buscado un modo de provocar ese pulso electromagnético sin necesidad de explosionar primero una bomba nuclear. Y también en qué medida se puede realizar una pequeña explosión nuclear, que apenas cause destrozos, pero que genere un pulso electromagnético que tenga efectos destructivos en la suficiente extensión de terreno como para sea útil militarmente.
Achicharrar la tecnología
Los avances en la investigación fueron muy lentos durante décadas, pero esto no ha evitado que Hollywood haya introducido el EMP en sus guiones. Desde Ocean´s Eleven –crean un pinza electromagnética para provocar un apagón en Las Vegas y así robar un casino– a la saga de Matrix –en la que los protagonistas consideran este tipo de pulso como su ‘única arma en contra de las máquinas’–.
También en grandes sagas de videojuegos como Halo o Call of Duty, donde el jugador puede acceder a un armamento de pulso electromagnético que ahora mismo es ciencia-ficción, pero que podría llegar a ser realidad. De hecho, el amplio desarrollo tecnológico que la sociedad han dado en las tres últimas décadas, y la dependencia que hay de la tecnología, ha hecho crecer el potencial destructivo de los pulsos electromagnéticos.
Sin causar apenas muertos –sólo fallecerían aquellas personas con marcapasos o que tienen implantado algún dispositivo electrónico en el cuerpo– se podría mandar a una ciudad o un territorio al siglo XIX en cuestión de segundos. Todo lo eléctrico dejaría de funcionar. Adiós internet, telecomunicaciones, vehículos, maquinaria de fábricas, fuentes de energía, sistemas hospitalarios o bancarios… En definitiva, adiós tecnología.
Los proyectos EMP del Gobierno chino
Estas investigaciones militares se han vuelto a poner de actualidad en los últimos días después de que el diario South China Morning Post haya entrevistado a uno de los responsables del proyecto chino que busca producir armas de pulso electromagnético. Con el nombre en clave de ZF-DF o WU-14, han construido un primer planeador hipersónico que puede ser disparado desde el mismo camión lanzamisiles.
Este planeador hipersónico alcanzaría velocidad de entre 5 y 10 veces la velocidad del sonido (6.000-12.000 Km/h), lo que podría llegar a convertirlo en inalcanzable para las defensas antimisiles occidentales. El gran reto del proyecto es incorporar a este deslizador un misil que con su impacto genere un pulso electromagnético con un alcance de al menos dos kilómetros, aunque como el propio responsable reconoce, esta parte está todavía “en desarrollo”, es decir, que no han conseguido hacer nada tangible y real.
De forma paralela, los chinos están trabajando en otro sistema EMP defensivo, capaz de ser utilizado en el campo de batalla para inutilizar tanques, vehículo, comunicaciones o gafas de visión nocturna, por ejemplo, pero con capacidad para ser enfocado hacia un objetivo para que no inutilice también sus propios sistemas al mismo tiempo. Dicen que han realizado pruebas exitosas derribando uno de sus propios aviones no tripulados.