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El primer viaje internacional este 2022 del alto representante de la Unión Europea, el español Josep Borrell, es a Ucrania. Del 4 al 6 de enero, el representante de la diplomacia europea está visitando el país eslavo en un viaje que ha sido leído como un fuerte espaldarazo diplomático al Gobierno de Kiev, pero también la reafirmación europea de que, como actor clave en la región, no quiere quedarse fuera de las conversaciones entre Estados Unidos, la OTAN y Rusia para intentar desescalar la tensión en la frontera ucraniana. Durante su visita este miércoles a la “línea de contacto”, área que separa la zona de la región ucraniana del Donbás gestionada por Kiev de la controlada por los separatistas prorrusos, Borrell ha reafirmado el apoyo de la UE al Gobierno de Kiev, asegurando que “no es posible una seguridad en Europa sin la seguridad de Ucrania”, en un momento en el que el conflicto en la frontera entre Rusia y Ucrania “está a punto de agravarse y las tensiones se han ido acumulando”. Pero también tuvo un velado comentario a los aliados estadounidenses: “cualquier debate sobre la seguridad europea debe incluir a la UE y Ucrania”. La visita de Borrell al este de Ucrania -la primera de un alto cargo de la UE a la zona desde que se desató el conflicto en 2014- se produce pocos días después de que Washington anunciara un encuentro bilateral con Rusia el próximo 9 y 10 de enero en Ginebra. A estas conversaciones bilaterales le seguirá un encuentro entre Rusia y la OTAN el día 12 de enero. La UE en su conjunto no ha sido invitada a tomar parte de ninguno de los dos, algo que no terminó de sentar demasiado bien en Bruselas.

“La UE debe estar presente en esas negociaciones”, afirmó Borrell en una entrevista con el diario alemán ‘Die Welt’, una idea que ha repetido en una entrevista apenas horas antes de llegar a Ucrania con la agencia de noticias polaca PAP. En declaraciones a PAP, Borrell aseguró que la situación actual en la frontera ucraniana, donde Rusia ha llegado a acumular entre 75.000 y 90.000 tropas (según EEUU y según Ucrania, respectivamente) y en medio de la creciente retórica de tensión entre Moscú y los países occidentales, es “una amenaza para la estabilidad y la seguridad” no solo de Ucrania, sino también de la región que no se puede discutir “sin todos los actores relevantes alrededor de la mesa”. “No queremos ser espectadores que no están involucrados y sobre cuyas cabezas se toman las decisiones” que afectan a la seguridad del continente, añadió a ‘Die Welt’.

Estados Unidos ha asegurado que no se tomarán decisiones sobre la seguridad de la región sin sus aliados europeos, pero en Bruselas hay ya cierta desconfianza: la relación con EEUU ya no está en esa luna de miel inicial tras la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, y sentó especialmente mal el anuncio del acuerdo de Defensa AUKUS (entre EEUU, Reino Unido y Australia) sin informar a ningún aliado europeo. Pero, más allá del encuentro que mantendrán el 10 de enero con Rusia, Estados Unidos tampoco quiere actuar en solitario en su intento de desescalar la situación y lidiar con las demandas de Moscú, que incluyen la promesa de una no-ampliación de la OTAN hacia el este y la renuncia de toda actividad militar de la Alianza en Ucrania (y de varios países de Europa Oriental, el Cáucaso y Asia Central). El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, ha mantenido este lunes una llamada con los ministros de Exteriores de los llamados Nueve de Bucarest (Bulgaria, República Checa, Estonia, Polonia, Rumanía, Letonia, Lituania, Eslovaquia y Hungría). Son precisamente estos países, los más al este de la OTAN, quienes más temen que un mal paso acabe convirtiendo la escalada retórica y militar en un conflicto abierto. Son también algunos de los principales objetivos de la narrativa que el Gobierno de Kiev está tomando en las últimas semanas: no queremos que Occidente luche nuestras batallas, pero sí que les muestren apoyo —y armas— porque, si Rusia consigue sus objetivos en Ucrania, otros países pueden venir después.