El Lama Wangchen vuelve a hablarnos desde Dharamsala, norte de India, residencia habitual de Su Santidad el Dalai Lama y sede del Gobierno Tibetano en el Exilio.
Nos comenta la dificultad de encontrar una vía de diálogo entre el exilio tibetano y el gobierno de China, pero también afirma que no pierde la esperanza. Todo cambia en el mundo, dice, y esa situación en algún momento cambiará. El Lama nos recuerda que que la vida no es permanente, cuando el cuerpo muere el alma coge otro renacimiento.
El Lama Wangchen explica que en Tíbet es costumbre hablar de la muerte para que se disfrute y se de más valor a la vida. En Occidente, el lama reconoce la importancia de la filosofía de Cristo, y la de las demás tradiciones. Todas comparten el valor de ser buenas personas y no hacer mal a nadie. Llevar una vida digna y equilibrada espiritualmente para estar preparados en el momento de la muerte.
El lama señala que paz y felicidad no se fabrican. Deben surgir de nuestro interior, depende de nosotros. Todos los seres, incluso los animales buscan paz y felicidad. Pero para conseguirlas hay que superar los obstáculos. Hay que controlar la mente para ser feliz. Aceptar la situación y las circunstancias.
El Lama Wangchen nos habla de la inspiración que es el Dalai Lama para los tibetanos, con sus consejos para desarrollar la paciencia y practicar cada día, meditar y seguir por el camino espiritual para estar cada vez más contentos.
El lama concluye recitando el mantra OM MANI PEDME HUM