La palabra anomia proviene del griego anomos: “sin ley” o “sin normas”. Aunque su raíz etimológica es antigua, el concepto tomó cuerpo en el siglo XIX gracias al sociólogo Émile Durkheim, quien lo utilizó para describir el estado de desorganización social y vacío normativo que podía llevar a fenómenos extremos, como el suicidio. Durkheim observó que, en tiempos de grandes transformaciones económicas y sociales, las personas perdían su brújula moral y quedaban desorientadas, atrapadas en una existencia sin referentes claros.
La anomia no es el fin del orden; es el grito sordo de una sociedad que exige un nuevo pacto, unas nuevas reglas estructurales, como lo es el Diputado de Distrito.
¿Qué normas sigues hoy que realmente sientas como tuyas?
¿Qué promesas sociales o personales sientes que se han roto contigo o a tu alrededor?
¿Estás actuando por convicción o por resignación?
¿Cuáles serían las reglas de una sociedad más justa, humana y viva?
¿Conoces la innovación política del Diputado de Distrito? ¿Qué te parece?
¿Es la anomia un síntoma… o una oportunidad?
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