La IA no es un sustituto de la humanidad; es una prolongación de nuestras capacidades. Compararla con un coche que nos lleva por la autopista es una analogía reveladora: aunque el vehículo nos permite recorrer largas distancias de forma rápida y eficiente, sigue siendo el conductor quien decide el destino y toma las decisiones clave en el camino. El hecho de tener un instrumento no significa que no se piense y que este lo haga todo. La IA necesita de nuestra dirección, nuestros objetivos y nuestro juicio para tener sentido. Sin seres humanos que la guíen y le den un propósito, no es más que una herramienta inerte.
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