Un lápiz es mucho más impresionante y mágico que una varita mágica estilo Harry Potter.
Porque, a pesar de su diseño tosco y sus materiales humildes, el mejor ejemplo para comprender cómo funciona la genialidad, la complejidad y la civilización es un lápiz.
Porque el lápiz no fue creado por una sola persona, sino por la suma de fragmentos dispersos de conocimiento. Un conocimiento que, por separado, resulta incompleto y hasta contradictorio, pero que, unido, puede formar una herramienta tan sencillamente compleja o tan complejamente sencilla como un lápiz.