En 1938, Nathaniel Kleitman y Bruce Richardson realizaron un icónico experimento para investigar la importancia de los ritmos circadianos, la luz y la temperatura en el sueño. Se aislaron en la cueva durante 32 días, siguiendo un ciclo de 28 horas por día. Sus hallazgos determinaron cómo el cuerpo humano es capaz de adaptarse a ciclos distintos a las 24 horas.
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