El quehacer literario de un escritor no se circunscribe únicamente a plasmar sobre unas hojas de cuaderno, cuartillas o pantalla del ordenador lo que previamente ha ido tomando nota en su mente, en una libreta de notas o incluso en algo muy variopinto y curioso cómo es una servilleta de papel, billete de suburbano o autobús, sino que para llegar a ese-digamos- garabateo de sus ideas,
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