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La perspectiva de género es una ideología determinante en la política española. La ideología Gender se propaga a caballo de una extraordinaria confusión sobre su significado. Algunos la entienden como una inocua sustitución del concepto gramatical de sexo, masculino y femenino. Es un error visible en la presentación de datos estadísticos. Bastantes más la conciben como la relación de equidad entre hombres y mujeres, y en este sentido es percibida como un feminismo.

Pero en realidad se trata de una ideología política, como pueda serlo el marxismo, o el comunismo, que persigue el poder, y la hegemonía cultural y social. Surge de un planteamiento que destruye el concepto objetivo de naturaleza humana, susti­tuyéndolo por la pulsión subjetiva del deseo sexual elevado a categoría política. Niega toda verdad a otras concepciones, a las que persigue por medio de la censura, la represión, la descalificación personal y mediática. Promueve el camuflaje de las causas económicas de la desigualdad, y al corroer el significado de ser humano, prepara las mentali­dades para el posthumanismo.

No es un feminismo porque no contempla a la mujer real, ni se preocupa por la situación de equidad de todas ellas. Así, los dos colectivos más numerosos, las madres y las viudas, nunca han formado parte de sus reivindicaciones, pero sí la proporción igualitaria en las listas electorales, con independencia de cualquier otro criterio. Sólo le interesa la mujer en la medida que se ajuste a su teoría, que tiene como referencia la imitación del hombre heterosexual, aunque ello le comporte perder años de esperanza de vida, y el conflicto con él, en un remiendo de la lucha de clases.

A la perspectiva de género no le interesa la equidad real. Manipula la realidad para presentar a nuestra sociedad como patriarcal, y falocrática (sic), dominada por los machos heterosexuales. Pero ignora aspectos tan decisivos para la persona como la esperanza de vida y la educación, porque hay muchas más tituladas universitarias que hombres por debajo de los 35 años, más ninis masculinos que femeninos, muchos más suicidios, repetidores, abandono y fracaso escolar entre los chicos, que en las chicas. Introduce un planteamiento falseado de la equidad, al diluir las causas económicas y educativas de la desigualdad en el “conflicto de género”. El paradigma fue el Ministerio de Igualdad de Rodríguez Zapatero. Un gobierno socialdemócrata que creó un ministerio para la igualdad sin ninguna función económica, centrado sólo en el conflicto entre la “clase mujer”, homosexuales, bisexuales, etcétera, contra la “clase macho heterosexual”.

Pero no se trata de oponer a unas desigualdades femeninas otras masculinas. De lo que se trata es de superarlas en términos de personas, de ciudadanos, en cada situación objetiva concreta. Todo lo demás es hacer el juego a la desigualdad, y a la élite que vive instalada en ella.

Pero la perspectiva de género es algo mucho más confuso y destructivo que todo eso. Lo ejemplificó la exdiputada del Congreso de Estados Unidos Bella Abzug en 1995 en la Conferencia de Pekín, al afirmar que “el término género se ha diferenciado de la palabra sexo para expresar la realidad que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio”. En esta ideología no existe el hombre y la mujer como consecuencia de su naturaleza. Sólo cuenta la construcción cultural, que da lugar a sujetos cambiantes a su voluntad. Es el imperio de la subjetividad, de la desvinculación. Una persona cuya biología la categoriza como mujer puede tener una identidad de género masculina y sentirse atraída erótica y afectivamente por hombres. Y a la inversa, y todas las variaciones que se quieran, que además pueden modificarse a voluntad a lo largo de la vida. Todo ello da lugar a una gran fragmentación.

 

 

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