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La desinformación y la información errónea difieren del periodismo (de calidad), el cual cumple con los estándares profesionales y la ética. También difieren de los casos de periodismo débil, que no cumple su propia promesa. El periodismo problemático incluye, por ejemplo, errores constantes (y sin corregir) que surgen de una investigación deficiente o una verificación poco rigurosa. Incluye el sensacionalismo que exagera para lograr un efecto y la selección hiper-partidista de los hechos a expensas de la imparcialidad.Sin embargo, esto no significa asumir un ideal de periodismo que de alguna manera trasciende todas las narrativas y puntos de vista subyacentes, con un periodismo de bajo estándar influenciado por la ideología. Más bien se trata de señalar que todo periodismo contiene narrativas y que el problema con el periodismo de bajo estándar no es la existencia de narrativas, sino un profesionalismo deficiente.

Es por eso que el periodismo débil no es lo mismo que la desinformación o la información errónea.No obstante, el periodismo de baja calidad a veces permite que la desinformación y la información errónea se originen o se filtren en el sistema de noticias reales. Pero las causas y remedios del periodismo débil son diferentes al caso de la desinformación y la información errónea. Al mismo tiempo, es evidente que se necesita un periodismo ético fuerte como alternativa, y antídoto, a la contaminación del entorno de la información y su efecto indirecto de empañar las noticias en general. Además, los periodistas deben reconocer que, si bien el mayor escenario de desinformación son los medios sociales, los actores poderosos de hoy están instrumentalizando inquietudes sobre “noticias falsas” para reprimir a los medios de comunicación genuinos. Nuevas y estrictas leyes están castigando erróneamente a las instituciones de noticias, como si fuesen ellas las culpables, o sometiéndolas a nuevas y amplias regulaciones que restringen indiscriminadamente todas las plataformas y actividades de comunicación. Es más, tales regulaciones no suelen estar lo suficientemente alineadas con los principios internacionales, los cuales requieren que las limitaciones de expresión sean demostrablemente necesarias, proporcionales y tengan un propósito legítimo. Su efecto, aunque no siempre sea la intención, es hacer que los medios de comunicación genuinos estén sujetos a un “ministerio de la verdad” con el poder de suprimir información por razones puramente políticas.En el contexto actual de desinformación e información errónea, el verdadero peligro no es la regulación injustificable del periodismo, sino el hecho de que el público pueda llegar a no creer en todos los contenidos, incluido el periodismo. En esta situación, es probable que las personas tomen como creíble todo el contenido avalado por sus redes sociales y que se corresponda con sus corazones –pero soslaye el compromiso con sus cabezas. Ya se pueden ver los impactos negativos que esto tiene en las creencias del público sobre la salud, la ciencia, la comprensión intercultural y el estatus de la competencia profesional auténtica.Este impacto en el público también es especialmente preocupante para las elecciones y para la idea misma de la democracia como un derecho humano. Lo que busca la desinformación, en particular durante una encuesta, no es necesariamente convencer al público de que su contenido es verídico, sino impactar en el establecimiento de la agenda (en lo que la gente piensa que es importante) y enturbiar las aguas informativas con el fin de debilitar los factores de racionalidad en las opciones de voto de las personas